
En un movimiento que está generando aplausos en el sector transportista y críticas entre grupos de seguridad vial, el presidente Donald Trump anunció la retirada oficial de la propuesta federal que buscaba imponer un límite de velocidad obligatorio para los camiones pesados en Estados Unidos.
La medida, originada en la era Obama, pretendía instalar dispositivos limitadores de velocidad en vehículos comerciales para fijar un tope de entre 60 y 68 millas por hora (aprox. 96-109 km/h), con el argumento de reducir accidentes y consumo de combustible. Sin embargo, transportistas independientes y grandes asociaciones como la American Trucking Associations consideraban que la norma no solo afectaría la productividad, sino que también podría generar situaciones de riesgo en carreteras donde la velocidad promedio es mayor.
“Los camioneros no necesitan que Washington les diga a qué velocidad manejar, necesitan mejores carreteras y menos trámites”, señaló la OOIDA (Owner-Operator Independent Drivers Association), que calificó la decisión como una victoria para la “libertad de ruta”.
Un giro hacia la desregulación… con otro tipo de control
La decisión de descartar los limitadores llega apenas meses después de que Trump firmara la Orden Ejecutiva 14286, bautizada como “Enforcing Commonsense Rules of the Road for America’s Truck Drivers”.
En ella, el gobierno ordena aplicar con rigor el requisito legal de que los conductores de vehículos comerciales hablen, lean y comprendan inglés, además de revisar la emisión de licencias comerciales y reforzar la seguridad en carretera. También instruye a las agencias a implementar mejoras para el gremio, como más espacios de estacionamiento para camiones y menos burocracia operativa.
Impacto para el autotransporte
Aunque la eliminación de la propuesta de limitadores no cambia las leyes estatales sobre límites de velocidad, sí marca un cambio de enfoque: más confianza en la experiencia del operador y menos control federal sobre la gestión de la unidad. Para las empresas mexicanas que operan en EE.UU., esto significa mayor flexibilidad, pero también la necesidad de reforzar internamente sus propios protocolos de seguridad y capacitación.
En un país donde la logística depende en gran medida del transporte por carretera, este tipo de decisiones no solo afectan la seguridad vial, sino también los costos operativos, los tiempos de entrega y la competitividad en el mercado.