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Asi es la vida sobre un tren de carga

De sangre ferrocarrilera por ser parte de la tercera generación de maquinistas de trenes, que encabezaba su abuelo quien llegó a manejar máquinas de vapor, Juan Pablo González Alvarado de 66 años, aprovechó el medio de transporte que propició el desarrollo de lo que hoy es la Comarca Lagunera para hacer su vida y continuar con el legado y el oficio que le dejó su padre.

Ferrocarriles Nacionales de México (FNM) fue la empresa que a la que Juan Pablo entró a trabajar cuando tenía menos de 20 años, tiempo por el cual desempeñó diferentes puestos en ascenso desde ayudante de operador, maquinista, hasta ser encargado de operadores.

Dedicarse al área ferrocarrilera conlleva mucha práctica, así como capacitación continúa que ofrecía la empresa a sus empleados, “no cualquiera podría manejar semejante máquina de la noche a la mañana”.

“El tren es como una serpiente, por donde pase hay peligro constante, siempre se espera chocar con algo”.

Menciona que llegó a conducir trenes hasta con 100 vagones, respetando siempre los límites de velocidad que se indican en el camino casi cada mil metros.

Sostuvo que contó con mucha suerte en sus trayectos, ya que hasta una vaca que se atraviese en el camino puede tumbar semejante animal ferrocarrilero de miles de toneladas.

Para poner en marcha una locomotora de 3 mil caballos de fuerza, se acciona un regulador que consiste en una palanca con ocho posiciones o velocidades que pueden llevar a la máquina a más de 100 km/h.

El freno es una manija que expulsa aire por un compresor hacia las ruedas lo que genera que vaya disminuyendo su velocidad, sin embargo si va a una velocidad mayor a 90km/h, para detenerse completamente requiere hasta tres kilómetros de frenado.

De los accidentes ferroviarios la libró, pero no los momentos en que asistió tragedias donde amigos suyos fueron partícipes y perdieran la vida “grandes compañeros”, dijo mientras se quiso quebrar su voz pero la garganta evitó que se rompiera.

“En un accidente cerca de Bermejillo, Durango, chocaron de frente un par de máquinas en donde iban dos grupos de compañeros y amigos míos. El choque fue tan fuerte que al encontrarse las dos puntas se elevaron juntas rumbo al cielo envueltas en una gran explosión. Yo sólo fui a recoger las carcasas”, en ese entonces Don Juan Pablo era encargado de los maquinistas y acudía a verificar accidentes.

“Aparte de que me llenaba de tristeza, tenía que investigar a mis compañeros para deslindar responsabilidades. Yo los tenía que conocer, yo sabía cómo eran y qué vicios tenían”.

Aunado a eso, los conductores siguen intentando ganarle el paso al tren para ahorrarse unos minutos, aumentando cada vez más accidentes donde intervienen automóviles o camiones de carga.

Aproximadamente 2 mil metros antes de cada crucero el maquinista debe anunciar que está por pasar el ferrocarril mediante el silbato que genera hasta 100 decibeles, similares al grito de gol al unísono en el estadio Azteca repleto de gente.

Cuenta también entre sus experiencias, situaciones donde grupos criminales bloqueaban las vías con el fin de robar el tren. “No podíamos ni debíamos hacer nada al respecto, nuestra misión no era defender la mercancía, sólo conducir el ferrocarril”.

En lo que respecta a los viajeros que se trepaban al tren, señaló que intentaba bajarlos, sin embargo, “llegué a ver familias enteras a las que no podía decirles que no. Me ganaba el sentimiento y les ayudaba con lo que podía”.

A pesar de que tenía buena edad laboral y capacidad, su labor en el riel terminó cuando el gobierno renovó Ferrocarriles Nacionales Mexicanos en 1998 para convertirlo en lo que ahora conocemos como FERROMEX, lo cual provocó que liquidaran y jubilaran a grandes grupos del personal.

“Vincularme con el deporte luego de mi jubilación me ha favorecido en mi calidad de vida, a diferencia de muchos compañeros que tienen problemas de salud o ya no están con vida”.

“Yo acepté mi jubilación pues ya había servido a los ferrocarriles por más de 25 años. El riel ya me había dado todo; mis hijos, mi esposa, mi casa, una pensión y lo que soy ahora”.

Pasó de un mundo de rieles y locomotoras a otro donde el deporte se convirtió en su nueva vida, llena de carreras atléticas, incluyendo maratones internacionales como el que se lleva a cabo cada año en la Comarca.

Juan Pablo González Alvarado dice que estará agradecido siempre con las enseñanzas, experiencias y personas que le dejó el hecho de “ser de sangre Ferrocarrilera”.

Fuente Milenio

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