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Los vehículos autónomos serán un nuevo centro de información

Los vehículos autónomos están cada vez más cerca de ponerse en marcha. El freno asistido, el estacionamiento paralelo automático, el monitoreo de puntos ciegos y el cambio de carril ya son algunas de las características estándar de muchos modelos de autos. Al mismo tiempo, en muchas partes del mundo, se están realizando pruebas con vehículos completamente autónomos en la vía pública. En poco tiempo, los conductores podrán quitar las manos del volante sin correr ningún riesgo para dedicarse por completo a las actividades en línea. Esto será posible debido a un cambio aún más significativo que ya ocurre detrás de escena: el vehículo se está convirtiendo en su propio centro de información.

En efecto, ya se está produciendo un cambio específico que convertirá al vehículo en un nuevo centro de información.  Se trata de un gran cambio de comportamiento que se ha observado en otras oportunidades a lo largo de los últimos veinte años. En la década de los noventa, la introducción del decodificador digital trasladó el centro de entretenimiento del estudio a la sala de estar, y le agregó más elementos interactivos y más contenidos de video de alta calidad. Diez años después, la industria de las telecomunicaciones transformó los teléfonos móviles: dejaron de ser dispositivos para realizar llamadas y se convirtieron en computadoras portátiles de bolsillo, lo que permitió el acceso móvil a Internet en todo momento.

En ambos casos, estos dos centros de información se llenaron de nuevas aplicaciones y servicios y, finalmente, transformaron los hábitos y costumbres de los usuarios. Actualmente, este mismo cambio está modificando los vehículos. La combinación de la autonomía con un mayor acceso a la información dentro de los autos está cambiando la manera en que nos trasladamos de un punto A hacia un punto B. Este fenómeno también afectará todo el ecosistema de transporte. Analicemos esa lógica.

 

La conducción autónoma transforma la experiencia del pasajero

Las revoluciones digitales anteriores han cambiado la manera en que las personas interactúan con la información todos los días. En la década de los noventa, se vivía el auge del mercado bursátil y las empresas puntocom, y la “superautopista de la información” cambió nuestros hábitos de consumir información. Durante estos años, las empresas de cable se propusieron adueñarse de la sala de estar de los hogares ofreciendo herramientas adicionales a las del servicio de cable estándar, como la transmisión de video, canales de audio y acceso a Internet. El decodificador se convirtió en el centro de un nuevo sistema de “infotenimiento” con el que se podía solicitar películas, eventos deportivos o navegar en Internet. Finalmente, mediante métricas mejoradas y el seguimiento de la actividad de los telespectadores, los publicistas pudieron conocer los gustos de los usuarios y cómo variaba su comportamiento, en función de los distintos tipos de información que consumían. Se dispararon el consumo, así como las nuevas aplicaciones y servicios.

 

A partir del año 2000, y aunque el consumo en la sala de estar seguía en aumento, el uso extendido de los teléfonos móviles dirigió nuestra atención hacia los bolsillos. Estos dispositivos, cada vez más sofisticados, pusieron una plataforma de acceso a la información en la palma de la mano. El cambio de 3G a 4G hizo que se disparara el consumo de información y, de repente, comenzaron a aparecer nuevas aplicaciones creadas a la medida de los usuarios de telefonía móvil. Nos hemos acostumbrado a compartir nuestra ubicación, los sitios que visitamos en Internet y hasta nuestra intimidad. Como consecuencia, a raíz de los datos que compartimos, las aplicaciones han cambiado la manera en que hacemos las compras, mantenemos relaciones sociales, viajamos, pagamos cuentas y hacemos trámites bancarios. Según Statista, en el año 2017, los estadounidenses dedicaron un 60 por ciento más de tiempo a consumir información a través de sus teléfonos móviles que desde sus equipos de escritorio/portátiles.

 

Sin duda alguna, un conjunto similar de cambios en el comportamiento está llegando a los vehículos.  La actualización de 4G a 5G no mejora solo un dígito. Es un cambio fundamental que aumentará de manera significativa la conectividad de los autos. La comunicación entre los vehículos y entre un vehículo y la infraestructura –tecnología V2X– pronto harán que el auto se conduzca de manera autónoma, evitando accidentes y permitiendo a los pasajeros disfrutar el viaje relajados. Como la primera vez que usaron un cajero automático o dieron el número de la tarjeta de crédito a una tienda de compras en línea, quitar las manos del volante puede causar miedo al principio. Pero este cambio ya comenzó. Entonces, ¿cómo logramos que sea seguro?

Las claves para garantizar la seguridad del vehículo

Tanto en la década de los noventa como en la del dos mil, se temía adoptar las nuevas tendencias en los hábitos de consumo de la información. Como los dispositivos electrónicos eran cada vez más pequeños y necesitaban menos energía, las pruebas de control de calidad se volvieron cada vez más difíciles. Las aplicaciones debían simular una gran variedad de situaciones de uso y de ataques en situaciones de vulnerabilidad. Lo mismo ocurrirá con los vehículos, pero con una gran diferencia. Si bien la confiabilidad y la disponibilidad son importantes, la seguridad personal no se negocia.

Los sistemas de pruebas que se llevan a cabo detrás de escena hacen posible cualquier innovación. La prueba aérea garantiza que las conexiones inalámbricas lleguen cada vez más lejos. La prueba avanzada de las ondas confirma la capacidad de aumentar la velocidad de transmisión de datos. La prueba de los sensores, en diferentes condiciones ambientales, otorga a los innovadores la confianza que necesitan para abrir nuevos caminos. Los innovadores también necesitan simular el impacto de los protocolos de aplicación en las redes de telefonía móvil 5G, el comportamiento de los usuarios, las latencias de comunicación, los programas malignos y los ataques de denegación de servicio distribuido (DDoS).

 

Resulta fastidioso esperar que se cargue la película que ya pagamos o que se corte una llamada,  pero una falla en el funcionamiento de un auto es completamente diferente. Reaccionar con un mínimo  retraso de menos de un segundo puede significar que el vehículo necesite seis metros extra de distancia de frenado si viaja a una velocidad de 80 km por hora. Por lo tanto, es imprescindible la precisión en los sensores, en el sistema de energía y en los sistemas de comunicaciones vehiculares.

 

Estamos atravesando una tercera ola de cambios que afectan cómo y dónde se consume la información. Los autos conectados abrirán un nuevo mundo de oportunidades apasionantes que serán posibles gracias a la conducción autónoma. Detrás de escena, haciendo esto posible, están los innovadores que ven nuevas posibilidades, nuevas aplicaciones y nuevas formas de optimizar la tecnología.  Ellos saben que hay mucho en juego, pero insisten en cambiar el mundo.

 

Jeff Harris es el Vicepresidente de Marketing de Keysight Technologies.

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