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“Antes, como policía, ganaba 2,000 al mes. Ahora, con el combustible, puedo sacar hasta 250.000”

El señor trata de justificarse. Amaga una excusa, aunque no pone demasiado empeño en defenderla. “Mira”, dice, “yo sé que esto está mal, pero la necesidad… Si viviera en una comunidad de pescadores, fuera yo pescador”. Te puedes ir a vivir al mar… “Pues sí, pero el dinero es muy… Vaya, ver dinero es muy adictivo. Compras todo con dinero, todo”.

Acompañado de su familia, el señor acaba de volver de unas vacaciones en Cancún. Se le ve relajado, teatralmente apesadumbrado. Una mueca entre la vergüenza y el orgullo. Comentarios sobre el dinero, la falta y la abundancia, trufan la conversación: lo que ganaba cuando era policía, lo que empezó a ganar cuando se inició en el negocio del robo de combustible, lo que puede comprar, lo que no podía permitirse…

Sentado en la terraza de una cafetería, desmenuza su vida laboral. Mientras habla, juguetea con las llaves de sus vehículos, dos carros de fabricación alemana. Cuesta creer que el señor sea un huachicolero, uno de tantos ladrones de combustible que han puesto en jaque la gobernabilidad en esta zona del centro de México. Hace dos semanas, un grupo de ladrones como él se enfrentaron al Ejército en Palmarito, un pueblo a diez minutos de aquí. Cuatro civiles y seis militares murieron. Fue un salto al vacío de los huachicoleros, un ataque de una agresividad desconocida hasta la fecha. Desde entonces, más de 2.000 militares patrullan esta pequeña franja de tierra polvorienta.

El señor no quiere que aparezca su nombre por razones obvias, ni el de su pueblo, ni detalle alguno que pueda identificarlo. Tiene dos camiones y ocho depósitos portátiles con capacidad para 8.000 litros de combustible. Roba gasolina de un ducto de Pemex en uno de los municipios del triángulo rojo, la zona más afectada de todo México.
Trabaja o tiene trato con la banda de El Buchanan’s, uno de los dos grandes líderes huachicoleros de la zona. Emplea a cuatro halcones y dos choferes cada vez que va a “cargar combustible”. Y todo eso, dice, en apenas tres años. “Antes ganaba 2.700 pesos a la quincena, ahora puedo sacar hasta 250.000 a la semana”.

Ya no le entramos

El jefe de policía habla muy rápido. Antaño funcionario de juzgado y agente del ministerio público, cuenta que el problema del robo de combustible se ha descontrolado. No por la cantidad de gasolina robada, que también, sino por la agresividad de los huachicoleros.

“Inició con poca gente. El problema es que cuando algo inicia, si no lo combates, tiende a desarrollarse. Y eso sucedió”, cuenta el jefe, que accede a la plática a cambio de no revelar su identidad. Ambas conversaciones, la del jefe y la del señor, transcurrieron el viernes pasado, uno y otro apenas separados por unos kilómetros.

“Al principio las policías municipales hacíamos contrapeso. Decomisábamos lo que podíamos y no había tanta oposición de la gente. Al contrario, te avisaban de que algo pasaba, ‘oye hay un coche aquí sospechoso’. Pero se empezaron a organizar también ellos. Y nos abandona el Gobierno federal. De modo que ahora, si entras, se hace un relajo”. O sea, que en vez de arrugarse, les enfrentan. Por eso, dice el jefe, “ya no le entramos”.

Familiaridad

Todo empezó en 2014. El señor, que antes trabajó para dos cuerpos de policía de pueblos del triángulo rojo, dice que renunció.

– ¿Usted empezó cuando era policía?

– Yo empecé después. Pero ya en el medio empiezas a conocer a todo ese tipo de gente. Y cuando estás sin empleo eres vulnerable a querer ganar dinero fácil. Y te involucras. Busqué a esas personas, los conocía. Cuando eres servidor público, llegas a tener roce de familiaridad con ellos. En primer lugar les pedí ayuda y empleo. Y te lo dan. Tan fácil como [que me preguntaron], ‘¿qué tiempo llevas sin trabajo? No, pues llevo como un mes’, les dije. Me regalaron cerca de 15.000 pesos. Fue como, ‘toma, aliviánate’. Me dieron la facilidad de una camioneta. Y me dijeron, ‘¿sabes qué? Vas a trabajar con nosotros. Vas a halconear y te vas a llevar tu lana.

Y así empezó, de halcón. Él, un oficial de policía retirado.

En 2014, el robo de combustible en México estaba en pleno auge. Solo en el Estado de Puebla, hogar del triángulo rojo, las autoridades detectaron 337 tomas clandestinas, perforaciones del ducto. Un 60% más que el año anterior. En 2016 llegaron a 1.533.

“Yo”, dice, “cuidaba el paso de las policías, del Ejército. Sabía si andaban por ahí, si no andaban. Mi primer trabajo era vigilar mientras ellos sacaban el hidrocarburo del ducto”.

– ¿Cuánto tiempo estuvo haciendo eso?

– Ahí estuve ocho meses. En el medio delincuencial vas ganando confianza y grados. Hasta que llegas a ser, no sé, ¿líder? O al menos persona de confianza. Luego tuve dinero para comprarme una camioneta, para invertir en contendores, en equipo y yo mismo me fui abriendo, para pagarle a un chofer y a gente que me cuidara a mí. O sea que yo pasé de trabajar para una persona, a sacar mi hidrocarburo yo.

El señor explica cómo se organizan los huachicoleros. De Veracruz a Palmar de Bravo, es territorio de El Buchanan’s. De ahí hasta casi la ciudad de Puebla, de El Toñín. Ahora todo está medio parado por lo que pasó hace unas semanas en Palmarito, de ahí sus vacaciones familiares en Cancún.

“Lo primero que pensamos es que son tontos estos canijos”, dice. “Lo que nosotros decimos es que han calentado la zona. Porque lo que nosotros decimos y dice nuestro patrón es que no hay que enfrentar a las autoridades, porque nunca les vamos a ganar. No es por miedo, porque si él junta a todo su grupo, se hace una masacre más de autoridades que de civiles. Pero no tiene caso, porque si matas a diez, van a venir cien. Y por causa de ellos, nadie puede trabajar ahorita. Está bien vigilado todo el ducto”.

Y ¡pum!

– El robo de combustible se disparó hace tres o cuatro años, con el gobernador anterior, ¿por qué?

El jefe se pasa la mano por la frente y asiente. A veces, dice, ocurre que con el tiempo vas entendiendo las cosas. “Hace años, hubo una explosión en una zona de Veracruz y protección civil de los municipios le echaron pleito a Pemex, porque no sabían por donde pasaba el ducto. Les pidieron los planos. Por precaución, para saber dónde no excavar y demás. La paraestatal decidió darle los planos de los ductos a los presidentes municipales. Aquí estaba el presidente Aquino, el año 2006 más o menos. Y se intensifica el robo. Ya con el planito, ya te buscas quien te lo haga”.

Desde el caso de Palmarito, los medios mexicanos buscan explicaciones sobre el auge del robo de gasolina. Muchos acaban haciéndose la misma pregunta, ¿es verdad que hay gente de Pemex involucrada?

“Sí, es verdad”, dice el jefe, que parece cansado, medio irritado. Acabó su turno a las seis de la mañana y son apenas las 10. “Había un ingeniero que vivía en el barrio san Antonio, o no sé qué lugar. Ese cuate desapareció hace años. Cuando nosotros llegamos en 2014, ese cuate ya no estaba. Ese cuate les hacía las tomas, pero empezó a tomar mucho alcohol y droga.Y se empezó a desviar un poco.Pero le enseñó a mucha gente. El cobraba 25.000 pesos por toma, 1.250 dólares. Se supone que vino porque lo trajo El Toñin… Lo que pasa es que los presidentes municipales pasaron los planos a protección civil, o a seguridad pública y ¡pum…!”

Berbiquí

“Regularmente”, dice el señor, “quien hace la toma, ya debe de saber cómo picar el tubo. Al principio, fuimos ayudados por personal de Pemex. Yo lo he visto. Porque el tubo está de grueso como esta mesa [se refiere al diámetro, más o menos de metro y medio]. Y lleva una presión impresionante. Entonces para hacerle una perforación, lo más pequeño que es como esa pluma, una broca del tamaño de esa pluma…

– ¿Cuánta gente sabe hacer eso en su zona?

– Los tenemos contados, son como tres personas. Y a esas personas que tienen esa capacidad se les está pagando 150.000 pesos por una toma, 7.500 dólares. Se tarda una hora en hacerla. Se venden unas válvulas del tamaño del teléfono, cuadradas. Tiene una perilla, una bola de metal, que cierra y abre. Se planta en el tubo y se solda primero. Con la perilla se abre la válvula y ahí ves el tubo. Ahí se le llena de aceite. Un poquito de aceite de motor, para que no se caliente el tubo cuando se perfora con la broca. Se hace con un berbiquí, una herramienta manual, un taladro a mano. Y se va perforando. El tubo tiene un espesor de unos 6 mm, como lo ancho del teléfono. Se tarda uno unos 15 minutos. El que hace la perforación ya sabe cuándo queda un milímetro para perforar. Y otra persona debe estar con una llave, bien pendiente. Porque en ese segundo que avienta la presión… O sea, vaya, puede matar a uno. Del gope. Ha habido situaciones que les ha rajado la cara.

En México se habla de líderes huachicoleros, de cárteles de la droga tratando de entrar al triángulo, pero la explicación del señor es mucho más cercana. Quien quiere entrar, como él, empieza de abajo, halconeando, 1.000 pesos la noche. Luego, cuando ahorras, compras una camioneta, un par de depósitos. Contratas a tus propios vigías, un chofer y empiezas a comprar tu propio combustible. El señor dice que le debes fidelidad al líder de tu zona, en este caso El Buchanan’s. Te vende el litro a dos pesos y medio y no puedes dejarlo por otro. “Porque te mata”. Luego tu revendes a seis o siete.

Los líderes se encargan de la toma y la seguridad. El Buchanan’s, sigue, maneja un grupo armado de unas “80 personas”. Calcula, dice, ellos hacen la toma y venden a 600 camiones de una vez. Cada camión de 4.000 litros paga 12.000 pesos. “Yo imagino que una buena noche pueden salir con diez millones de pesos, medio millón de dólares”.
 Galones de juguete, a la venta en un tianguis del triángulo rojo.

Galones de juguete, a la venta en un tianguis del triángulo rojo. O. Ramírez

– Una de las cosas que más ha impactado a la sociedad el hecho de que se use a los niños, con salarios tan altos…
– Yo he visto que se hace por dos cosas. Primero porque al usar a un niño, no son tan vulnerables para las autoridades, no los tienen en cuenta. Si son detenidos, podemos sacarles con mayor facilidad. Y otra porque, hoy en día ellos mismos piden que les ayude uno: su necesidad de comprarse un buen teléfono, unos buenos tenis, una moto que está de moda. Ellos piden y se acercan a ti. Y tu lo piensas, ‘bueno pues sí, nada más tiene que llamarme por teléfono si pasa una patrlula, no lo estoy arriesgando’.

– A tu hijo pequeño -tiene dos, el mayor de 20, que trabaja con él y el pequeño, de 11-, ¿lo tienes trabajando?
– No, él está estudiando. Me lo ha pedido, pero yo le doy dinero. Pero son situaciones que se te salen de la mano a futuro. Inconscientemente, muchos de nosotros no nos damos cuenta de todo el daño que estamos ocasionando. Pero tratamos de vivir al máximo porque sabemos que esto, cualquier día, no estás. Y algo que es muy cierto: a mi no me importa morirme, ¿eh? ¿Por qué? Porque yo ya tengo asegurada mi familia y ya viví lo que no pude vivir en toda mi vida. Ya lo viví en tres años.

Business

Jefe, ¿han tratado de sobornarle? “Sí, al principio sí. Mira, yo, como abogado, pensaba ‘voy a llegar a hacer business, yo como director, voy a hacer dinero’. ¿Por qué no le entré? Porque una vez que aseguramos a una persona, me dijeron, ‘¿sabes qué?, Déjame en libertad y te damos’. Y yo sí soy así. Y les dije, ¿cuánto?. Y salió con la babosada ese tipo: ‘para la policía municipal son 5.000, para los estatales 10.000 y los federales 15.000. ¿5.000 pesos por una camioneta de 4000 litros? No, cómo crees, no.

Total que le jefe no aceptó. Luego dice que en realidad no aceptó porque si entras, ya le tienes que aceptar siempre. Que fue por eso: imagínate que acepto y luego les quedo mal. “Me matan”.

Dádivas

Los huachicoleros suelen picar el ducto al amparo de comunidades pequeñas, protectoras. Ellos son sus benefactores y la gente les respalda, pero ¿cómo hacen con la policía? “Una vez uno de mis choferes me habló”, dice el señor: “oye es que ya me paró la patrulla’. Querían dinero. Y yo fui. Me pedían 80.000 pesos. Y yo, ‘no, pues, si es lo que voy a sacar yo de ese viaje’. Y muchas de las veces, como nosotros estamos respaldados, pues le dices ‘llévatela, yo ya sé qué policía eres. Y si quieres tener broncas con el patrón tú sabes.’ Y muchas de las veces les dabas 2.000, 3.000 pesos. Y servía”.

El señor cuenta y cuenta y habla de dinero. Si todo va bien, en pocas semanas volverá a picar el ducto, como le gusta decir. De momento, tiene dinero de sobra para aguantar y no piensa hacer nada mientras tanto. Su vida, lo que le falte por vivir, será ganar dinero. Porque le gusta. “Es una vida muy bonita”, dice mientras juguetea con las llaves de sus coches.

Fuete El Pais

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